Pascal Pinon era una de tantas atracciones de circo ambulante. Bueno, una de tantas, no: Un magnífico tumor craneal sobresalía por su frente y se elevaba desde el flequillo a lo Elvis como un mini Everest. En ésta cúspide, el promotor del circo pintó un rostro humano con cera. Y luego apuntó en el cartel de monstruos: “¡Hoy, el mexicano bicéfalo!”. Y fue todo un éxito.
Tal historia de terror, con un certificado de “no apto para menores” en la esquina superior del televisor, es el nombre del grupo que nos ocupa, y que también tiene un monstruo con dos cabezas idénticas, aunque separadas, en los cuerpos de las hermanas gemelas Jófríður y Ásthildur. Pero no se preocupen. No intentan asustar. A lo sumo, escribir canciones como buenamente pueden y exteriorizar sus inquietudes adolescentes. Y decimos adolescentes porque quienes firmaron el contrato con el sello berlinés Morr Music fueron sus padres. Es decir, ríanse de artistas precoces como Zahner-Isenberg (de Avi Buffalo) o los chavalines de The xx. Aquí tenemos una muestra de pop-folk intimista de extremada baja fidelidad. Si ponen ustedes atención, sentirán hasta el frío de Reikiavik levantar los pósters de yogurines de las paredes de la habitación que éstas chicas y sus amigas han transformado en un estudio de grabación. Será algo normal escuchar al final de cada corte desde sillas y el crepitar de su madera hasta el corte de la grabación. No digamos ya respiración y medias voces (hay un claro ejemplo en “New Beginning”). Y no obviamos que la sensación de estar, más que ante un disco, ante una jam session tan viva y chispeante como la gaseosa, le hacen a uno reirse de las pretendidas gestiones vía producción de cómo-hacer-que-algo-parezca-casero (intención pornógrafa al respecto, por ejemplo, la pueden encontrar en “Educated Guess”, de Ani DiFranco). Esto es pura autenticidad, y como en grandes obras que juegan con el lenguaje, como ahora “Ico”, el canto en islandés evoca una inocencia exótica cuyo resultado es ardor por conocer más del mundo helado de Pascal Pinon. Mundo helado habitado por gente como Seabear. Y por gente que empiezan a tocar y les sale lo que les sale, aunque mucho más sentido que si lo hubieran puesto en una partitura. Por ejemplo en “Sandur”, el poder de las flautas reside más en saber que quien las toca no es un experto antes que en si tienen progresiones melódicas contrapuntísticas o atonales, o blablablá. Es decir, que el punto fuerte de Jófríður y Ásthildur reside en la cercanía de sus voces y en la certeza de saber que si cantan algo no es porque rima, sino porque es verdad. En el corte “I Wrote A Song” (primer single y protagonista de un reciente EP en formato 7”), nos cuentan que han escrito una canción donde la letra es “all terrible shit”, y que quizá esté mal pero que es algo que no pueden evitar hacer: escribir canciones.
Tal historia de terror, con un certificado de “no apto para menores” en la esquina superior del televisor, es el nombre del grupo que nos ocupa, y que también tiene un monstruo con dos cabezas idénticas, aunque separadas, en los cuerpos de las hermanas gemelas Jófríður y Ásthildur. Pero no se preocupen. No intentan asustar. A lo sumo, escribir canciones como buenamente pueden y exteriorizar sus inquietudes adolescentes. Y decimos adolescentes porque quienes firmaron el contrato con el sello berlinés Morr Music fueron sus padres. Es decir, ríanse de artistas precoces como Zahner-Isenberg (de Avi Buffalo) o los chavalines de The xx. Aquí tenemos una muestra de pop-folk intimista de extremada baja fidelidad. Si ponen ustedes atención, sentirán hasta el frío de Reikiavik levantar los pósters de yogurines de las paredes de la habitación que éstas chicas y sus amigas han transformado en un estudio de grabación. Será algo normal escuchar al final de cada corte desde sillas y el crepitar de su madera hasta el corte de la grabación. No digamos ya respiración y medias voces (hay un claro ejemplo en “New Beginning”). Y no obviamos que la sensación de estar, más que ante un disco, ante una jam session tan viva y chispeante como la gaseosa, le hacen a uno reirse de las pretendidas gestiones vía producción de cómo-hacer-que-algo-parezca-casero (intención pornógrafa al respecto, por ejemplo, la pueden encontrar en “Educated Guess”, de Ani DiFranco). Esto es pura autenticidad, y como en grandes obras que juegan con el lenguaje, como ahora “Ico”, el canto en islandés evoca una inocencia exótica cuyo resultado es ardor por conocer más del mundo helado de Pascal Pinon. Mundo helado habitado por gente como Seabear. Y por gente que empiezan a tocar y les sale lo que les sale, aunque mucho más sentido que si lo hubieran puesto en una partitura. Por ejemplo en “Sandur”, el poder de las flautas reside más en saber que quien las toca no es un experto antes que en si tienen progresiones melódicas contrapuntísticas o atonales, o blablablá. Es decir, que el punto fuerte de Jófríður y Ásthildur reside en la cercanía de sus voces y en la certeza de saber que si cantan algo no es porque rima, sino porque es verdad. En el corte “I Wrote A Song” (primer single y protagonista de un reciente EP en formato 7”), nos cuentan que han escrito una canción donde la letra es “all terrible shit”, y que quizá esté mal pero que es algo que no pueden evitar hacer: escribir canciones.
PASCAL PINON
1. Undir Heieum Himni
2. Arstieir
3. Baldursbrar
4. Osonlagie
5. Djoflasnaran
6. I Wrote A Song
7. New Beginning
8. Moi
9. Sandur
10. Kertie Og Husie Brann
11. En Pu Varst Evintyri
2. Arstieir
3. Baldursbrar
4. Osonlagie
5. Djoflasnaran
6. I Wrote A Song
7. New Beginning
8. Moi
9. Sandur
10. Kertie Og Husie Brann
11. En Pu Varst Evintyri
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